I. Del corazón
Al despertar, mi cuerpo se aparta de su sombra.
Las sábanas húmedas son apenas
el resabio de un pleno mar que compartía
como comparten un pensamiento los amantes.
Soy la que guarda el remordimiento
y el nombre único; puente del alba,
estrella de los naufragios. Llave de la alcoba
que guarda los insectos del augurio,
el veneno de la rosa, el fuego más callado.
Bajo mis pechos la sangre convoca
sus ejércitos altivos y de mis ojos
los corceles de la noche beben otro sueño.
Mi sola desnudez ha de vencer la muerte.
Otras aguas menos lentas que el olvido
ya me cercan; ya alza el silencio
su árbol invencible, ya brota mi corazón
entre sus ramas, henchido, hacia los labios de la luz.