martes, 18 de mayo de 2010

El mejor comprador


Camilo llegó más temprano que de costumbre con la esperanza de encontrar mejores cosas que los días anteriores.

Esi puessta es la televisión que estaba buscando, pensó, hasta que la trajeron después de tanto tiempo de haberla solicitado, me la llevaré de una vez, los otros vendrán y ya no la encontraré. La pagaré con la tarjeta, total esa no tiene límite de crédito, es una master card “nunca salgo sin ella”. Por lo que veo, hoy es mi día de suerte, haber encontrado también el ventilador que necesitaba, con eso de que el aire acondicionado se descompuso y no han llegado a repararlo. Lidia se pondrá contenta. Es mejor que me apure, además no veo otras cosas que me interesen, será mejor que me vaya al otro departamento.

Después de caminar unos cuantos metros, inició un monólogo: Estas latas me serán muy útiles, de veras que hoy es mi día de suerte, encontrar una botella con estas particularidades, eso si que es poco probable, será mejor que la ponga en el carro antes de que mi colega Ignacio llegue.

–-Señorita, estos me lo carga a la tarjeta.
–-¿Quiere que se los enviemos o se los lleva de una vez?
–-No, los llevaré de una vez, estoy ansioso por tenerlos.
–-Claro que sí señor. Lo esperamos pasado mañana, trataremos de tener su botella de whisky que nos pidió.

Llevó las cosas a su transporte, no quiso que nadie más lo ayudara. Al subir, sonrió satisfecho, pensó: No cabe duda que este deportivo amarillo es genial, le cabe de todo, además aún me queda un hueco más para ir a otro centro comercial donde espero encontrar más cosas.

Al ver surtido el lugar, se alegró, se sintió un pirata en busca del tesoro perdido, se sumergió en la búsqueda, después de 15 minutos invertidos, encontró una muñeca para Dalia y un carrito para Beto, hasta encontró algunos alimentos enlatados que servirían para la comida de ese día. Pidió de nuevo que se lo cargaran a su tarjeta. Se despidió de Ignacio quien acababa de llegar. Mientras avanzaba camino a su casa, sentía como el aire le llegaba a la cara y sonreía, se sentía feliz.

Al llegar a su hogar, observó la fachada, era tan blanca y tan grande como la había soñado. Se bajó. En los amplios ventanales vio a Dalia y Beto que lo esperaban con la mirada triste; le reclamaron que porque no los había llevado para ayudarle a buscar entre la basura, al escuchar eso, su sonrisa de diluyó, trató de sobreponerse, llamó a sus hijos al triciclo amarillo, les mostró sus tesoros, a Dalia le dio la muñeca mugrosa, sin brazo y piernas, que encontró en la misma bolsa negra de basura en la que había un pequeño carro sin llantas para Beto. Escuchó a Lidia, quien desde el pequeño patio de tierra le gritaba: –-¿Qué tal te fue?

–-Muy bien, encontré una tele a ver si el compadre la puede arreglar, un ventilador que a ver si hago que funcione y hasta conseguí unas latas, a ver si aún sirven pa´la comida.


Foto de Osiris Aquino y texto de Gabriela G. Barrios, publicado en la Gaceta de la Universidad Politécnica, Año 6, número 13, enero-abril 2010.

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